Sin funcionamiento estable
Edgard Tijerino/END
No es fácil ser como Pelé o como Diego, casi siempre geniales, garantes
del máximo rendimiento y su mayúscula incidencia en cualquier parte,
con cualquier uniforme. Cruyff, Beckembauer y Platini, junto con otros
fuera de serie, también lo lograron. Pelé fue un obelisco tanto en el
Santos como en la Selección de Brasil, y Diego con el Barcelona, el
Nápoles o la tropa argentina.
Kaká y
Lionel Messi se han convertido en casos raros, como si fueran jugadores
bipolares. El brasileño, que fue alma del Milan y una de las figuras
cumbres del equipo brasileño, como lo demostró en la última Copa
Confederaciones, ha sido un Dr. Jekyll con el Real Madrid, organización
que pensó estar contratando a alguien como Mr. Hyde, eje y motivador de
la maquinaria auri-verde.
Messi, da la impresión de ser “otro” con la selección gaucha. Nada que
ver con el jugador que fabrica ese realismo mágico graficado por García
Márquez, trabajando para el Barcelona. Frente a esa rareza
inescrutable, el periodismo argentino se ha volcado sobre él, a veces
cruel e injustamente, exigiéndole un quite de máscara.
Dos ganadores del Balón de Oro, sometidos a cuestionamiento. ¡Diablos!,
uno se siente desorientado. Es como estar criticando a Beethoven, o
Mozart. ¿Quién se atrevería? Pero Kaká con el Madrid y Messi con la
Selección albiceleste, se han vuelto vulnerables. ¿Cómo es posible que
genios salidos de la lámpara, puedan verse oscurecidos?
Mientras Argentina corría el peligro de hundirse en un abismo profundo
y negro, Messi parecía naufragar dramáticamente sin poder sacar conejos
del sombrero. “Nadie puede ganar un juego actuando en solitario. Ni
Diego. Se necesita compañía, entendimiento”, acaba de decir Caniggia
con mucha sensatez. En el engranaje de Argentina, Messi se ha sentido
incomprendido, pareciendo ser un extraño, a diferencia de cómo funciona
en el Barcelona, mostrando ser pieza fundamental de una orquesta.
Frente al Lyon, en un partido desesperadamente desajustado del Madrid,
Kaká fue el jugador que perdió más balones y no logró las proyecciones
deseadas. ¡Qué diferente al
Kaká visto con Brasil, dueño de un sentido
tridimensional que asombra, capaz de trazar una geometría destructiva
con sus desplazamientos, desbordes y entregas! Ese
Kaká sin brújula no
es el jugador que creyó estar contratando Florentino Pérez por un
salario de 10 millones de euros anuales.
¿Serán efectos de esa enfermedad llamada pubalgia que tanto debilita, y
la cual lo afectó severamente en el cierre de 2009? El propio jugador
descarta eso asegurando sentirse bien, pero el tiempo pasa y no
consigue la brillantez esperada. Hay quienes tardan en adaptarse,
incluido Zidane, pero terminan imponiendo su categoría. Kaká no lo
logra.
Con la Copa del Mundo haciendo señas, debe haber temor en Brasil por
este bajón de voltaje de su “as”. El técnico Dunga lo necesita mucho,
igual que Maradona espera un resurgimiento de Messi con Argentina, lo
cual, se considera más factible dadas las características del
calificado mejor jugador del mundo.
¿Quién iba a pensar que llegaríamos a este punto de incertidumbre
alrededor de dos grandes jugadores? El Madrid sufre, Brasil tiembla y
en Argentina se comen las uñas.