¡Real pánico!
Edgar Tijerino/END
El espectacular gol del camerunés Jean Makoun en ese frenéticamente agitado inicio del segundo tiempo, un zapatazo de derecha abre bocas y provoca asombro, que se clavó como afilado slider en el ángulo superior izquierdo de la cabaña defendida por Casillas, fue como un mordisco del Conde Drácula en el cuello del Real Madrid.
Edgar Tijerino/END
El espectacular gol del camerunés Jean Makoun en ese frenéticamente agitado inicio del segundo tiempo, un zapatazo de derecha abre bocas y provoca asombro, que se clavó como afilado slider en el ángulo superior izquierdo de la cabaña defendida por Casillas, fue como un mordisco del Conde Drácula en el cuello del Real Madrid.
Quedó la impresión, que debajo de esa montaña humana francesa
celebrando la conquista, quedaron sepultadas las esperanzas de
resurgimiento que podía tener la realeza.
La pizarra no volvió a moverse pese al postrero e inútil esfuerzo de un
Madrid poco conectado y desesperado, estrangulado finalmente por el
inexorable paso del tiempo, con todos sus ases, incluyendo “las joyas
de Tiffanys” Cristiano y Kaká, sumergidos en la impotencia, ocultos en
el rincón de las frustraciones, aullando desgarradoramente, atrapados
por ese cero del tamaño de un océano.
Y ahora, frente a la maldición de los octavos que tienen largo rato de
estar frenando al Madrid en la Champions, el pánico es real, aun
considerando lo favorable que pueda ser regresar al Bernabeau para
buscar cómo hacer girar la cerradura y abrir la puerta de los cuartos,
algo sólo posible, si la tropa de Pelligrini tiene otra actitud, con
más furia, determinación, y sobre todo, entendimiento. Ese Madrid que
vimos ayer, lució la mayor parte del tiempo desnudo y enclenque, frente
a un equipo ordenado, con mayor firmeza y mejores ideas, más
profundidad ofensiva, y naturalmente, méritos suficientes para
imponerse. Eso no admite discusión.
Qué impresionante fue el taponazo del casi incontrolable argentino
César Delgado en el minuto 33, que sacó astillas del poste derecho de
Iker, agregando las dos posibilidades del otro argentino Lisandro
López, y la presión ejercida sobre una defensa desorientada por la
facilidad de maniobra de los franceses, recurso decisivo que sólo
desapareció en la recta final, cuando el Madrid se volcó y fabricó tres
opciones: una entrada de Kaká, una seria amenaza de Granero y el
disparo de cierre realizado por Cristiano, todas ellas desaparecidas en
la nada.
Pero la oportunidad más viable del Real la tuvo Higuaín, recibiendo de
Kaká por la derecha y entrando a fondo, perdiendo el mano a mano con el
arquero Lloris en el minuto 63, cuando frente a los televisores, todo
Madrid se levantaba de sus butacas con los puños crispados.
En los primeros 30 minutos, el flexible y pujante Sidney Govou, fue un
factor desequilibrante muy peligroso, obligando al estiramiento de la
defensa y preocupando a Iker, siempre agazapado. Los argentinos Delgado
y López, parecían disponer del terreno suficiente para moverse con
soltura, mientras el Madrid no encontraba la conexión requerida al
carecer de un medio campo funcional, inutilizando la mayor posesión de
la pelota.
El Lyon, bien parado, perdió respeto y se atrevió a tomar riesgos. Sus
proyecciones eran más constantes y la defensa blanca se movía como
acordeón desafinado. Salió Marcelo al iniciarse el segundo tiempo, y
muy temprano, Makoun recibió ese balón, dibujando una aproximación de
slider venenoso, que agujereó a Casillas y dejó al Madrid sangrando,
manteniéndolo así hasta el minuto 93, cuando la angustia fue metida en
el congelador.
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